martes, 1 de diciembre de 2009

Este amor


Y floreció en primavera como la alfombra del campo,
del color de la esperanza se tiño sus alas blancas
se deshizo de los trapos que del ayer arrastraba
aferrándose a la carne de aquel que ayer desechaba.

Esquivando los guijarros esparcidos en la arena,
se echó a andar los caminos desafiando atardeceres
luchó enfrentando las lanzas de las frías tentaciones
y la envidiosa lujuria que ataca desde las sombras.

Con barniz de primavera cubrió su frágil coraza
protegiéndose del tiempo que fatiga con su aliento,
al hastío combatió con canciones y poesías
y a los inviernos detuvo con su flama enardecida.

Claro que muchas veces, a lo largo de la vida,
alguna hierba florece escondida en el jardín,
una espina traicionera busca inflingir una herida
y es allí donde los duendes le dan sentido a la vida.

Ellos forman el blindaje contra pasiones ajenas
pero hay que alimentarlos con la esencia de los dos
el idioma de la piel, el hablarse con el alma,
crean un manto de firmeza en los duendes del amor.

Protegidos con su manto desafiamos el invierno,
bebimos licor de tunas y vendavales de sueños
hicimos crecer la hierba con sales de primaveras
desechando soledades enmarcadas de tinieblas.

Esta vez echó raíces y no creo que fallezca,
nos abrazó aquella noche con una suave caricia,
se fue metiendo en la piel ruborizada de sed
y sin prometernos nada nos hicimos a la vida.


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